la cueva eléctrica: 22/07/07 - 29/07/07

la cueva eléctrica

Llegaste? Escucha la trama salvaje y civilizada de nuestra ciudad-teclado. La cueva eléctrica...

domingo, julio 22, 2007

Debacle de Isa y Ana

En mis audífonos termino de escuchar la obertura de las bodas de Fígaro, y el reproductor de archivos multimedia comienza a ejecutar el Concierto Para piano Número 21- ALLEGRO VIVACE, de Motzart. Interpreta la Orquesta de Cámara de San Petersburgo.
De mi libreta de apuntes tomo al vuelo una cita, del maestro Lelan Roth:


“La arquitectura es la crónica física de nuestras aspiraciones humanas”

Me encuentro en mi habitual mesa redonda frente a la avenida Chapultepec. Escucho música y miro a los paseantes de la avenida. Todos los domingos se cierra la circulación a los autos y la calle se convierte en una ruta de ciclistas, patinadores y marchistas.
Frente a mí observo a una chica oriental que utiliza internet en una pequeña lap top japonesa que sostiene sobre sus desnudas piernas de porcelana. La chica está sentada en un mullido sillón tapizado en pana de color verde. Usa unos diminutos shorts de mezclilla con un pequeño corte triangular en sus orillas. Sus muslos son delgados, maravillosos bajo la luz que se filtra desde el ventanal situado a su espalda. Lo que ocurre en la calle no le interesa. Sus muslos son un digno motivo para cualquier pintor. La miro de perfil. Su rostro es como el de todas las chicas japonesas, su pelo es negro y sedoso y cae sobre sus hombros. Lleva una blusa de manga larga y cuello alto, desabrochada y debajo una playera color blanco. Calza sandalias. Sus manos tipean velozmente. Sus uñas son delgadas, sus dedos tienen la forma de pequeñas lanzas.
Al mirar a la chica, en el justo momento en que ella gira su rostro y me mira, o bien, parece que me mira, sin hacerlo, ya que su mirada me traspasa, recuerdo una fotografía en blanco y negro de una pieza del escultor vasco Eduardo Chillida, que me gusta mucho. Increíblemente se ha establecido una conexión entre la pieza y la chica oriental. La chica se levanta y va por una bebida fría. Mientras se aleja, decido conseguir una copia de esa foto y colgarla cerca de mí, despertar mirando esa imagen. Cuando miro esa pieza de Chillida, no puedo sino sentirme feliz. En mi cuaderno garabateo algunos trazos. Apuntes, estudios muy breves de esculturas para una plaza, con toques yo creo que de Wotruba, Brancusi y mi escultor Vasco. Los trazos se ven muy bien en mi libreta, pero me pregunto, cómo serían en el espacio? Qué piel tendrían? Huella de cimbra? Concreto? Pura felicidad.

Me viene un recuerdo del bar calavera. Isaías pasa por una crisis profunda, atrapado en un infierno personal. Ello nos metía en problemas una y otra vez. Yo tenía un fuerte dolor de cabeza por exceso de trabajo y tenía el estómago deshecho. Recibí una llamada de Isaías diciéndome que había fiesta en casa de Arturito. Por el tono de su voz me di cuenta de que la situación era grave. No pude decir que no. En la fiesta había un par de chicas de físico mediocre a las que no había visto nunca, una contadora, la otra diseñadora, y junto a ellas había una tercera chica. Esa sí que nos traía a todos idiotas. La chica bonita era prima de Arturito. Un tipo chileno, amigo de nuestro anfitrión, no la dejaba ni un minuto. Su platica se hacía incómoda, ya que nadie participaba. Me bastaba nada más verla, ahí, tan cerca mío. De pronto miré a Isaías. Tenía los ojos rojos y vidriosos. Me miro y me dijo:
--Ya valió madre viejo.
Me levante y fui hacia la cocina a preparar unos tragos cargados. Me topé en la puerta con Lucy, la esposa de Arturito, que estaba furibunda no sé por qué cosas que no marchaban en su matrimonio.
Terminamos nuestro trago y luego Isaías me pidió que lo acompañara abajo para tomar aire fresco. En las escaleras nos cruzamos con las dos tipas, que bajo la luz de la luna lucían infinitamente más feas. Se largan? Sí. Nadie las pela, pensé.
Isaías y yo subimos a mi auto. Dentro me repitió:
--Ya valió madre.
Se refería a Ana, su esposa. Sacó de su chamarra un frasco con varias píldoras, y se tragó de golpe tres distintas. Drogas? No sería raro. Eso explicaba los ojos rojos y el aspecto tan jodidamente decrépito de Isa. Me tomó del hombro y me clavó su mirada. Parecía querer decirme algo con esos ojos, y yo no sabía que qué carajos. Entonces me contó sobre la gastada sociedad llamada matrimonio, la fidelidad y otras chingaderas. Sin decir nada, lo escuche 40 minutos. Cuando sus lágrimas terminaron, encendí el auto. Nos fuimos a un Bule.
Todo esto fue 15 días atrás, antes de la noche en el Calavera. Ahí empezó la debacle.
La primer semana fuimos cada noche a los antros fresa, donde tienes que esperar y ser escogido para entrar, lo cual resulta asqueroso. Como Isa los frecuenta, pasábamos los primeros, ante la mirada suplicante de los chavitos que quedaban fuera. Cada que cruzaba alguno de sus cochinos umbrales llenos de foquitos, pensaba en los colore rojo, blanco y azul. Fraternité, Egalité, Liberté. Todo eso se fue al caño. Después cambiamos de mapa. Buscamos los bares rascuaches. Los ojos de Isa se ponían peor día con día y yo era testigo de su transformación. Dejó de parecerse a sí mismo. Al caer la noche, era como si su cuerpo se metiera a otro cuerpo que se hacía fofo, extraño, desaliñado.
Una noche se presentó a mi puerta en huaraches, con una uña encarnada y con un bigote ralo, casi falso. Tenía una terrible carnosidad roja en un ojo. Estaba algo tomado y me dijo que se quería poner un parche en el ojo malo. . Parche en uña y ojo? Yo no sabía si era una buena idea, pero lo convencí de que no lo hiciera.
--Primero ve a un doctor. Le dije.
Entonces se puso unos lentes enormes que le cubrían media cara. Solo asomaba por encima de sus delgados labios su bigotillo ralo. Temblaba y parecía nervioso. Hablaba cosas inconexas. Me contó que por la tarde había ido a caminar al centro, por la avenida Juárez. De pronto aparece una tipa con el culo mejor formado que había visto y se pone a seguirla por tres cuadras. Después la abandonó, ya que apreció ante él una mujer que Isa me describió como un ser angelical de piel transparente y faldita corta. Una niña de secundaria, pensé. Por fin me dijo que se metió en una tienda, arrastrado por una fuerza invisible. El perfume de otra tipa, pensé.
En la tienda pagó quinientos pesos por un reloj pulsera, con el único fin de hacer platica con la musa de sus sueños, una darquetona con camisa rasgada y ojos de mapache. Después, mientras guardaba su recibo de apartado por su nuevo reloj pulsera, le entró una urgencia por llamarle a su amiga la ex reina del festival de belleza de las fiestas de octubre, una ninfa que lo admiraba desde hace tantos años, pero como él tenía compromisos, pues ya no se veían. Así que gobernado por ese impulso irresistible de inmediato marcó su número desde su teléfono móvil, contesta la ex reina de belleza y se citan en un motel. Isa suelta las frases confusamente, como narrando lo ocurrido en un sueño. Está pálido, su frente está perlada de sudor, tiene fiebre, sus ojos tienen el vitriolo de los locos. Me dice que él y la ex reina de belleza se encuentran metidos en la cama, en el motel. Entonces ella, desnuda, recibe una llamada perturbadora. Ella se viste de inmediato frente a los ojos destrozados de mi amigo. Era su novio.
--No mames pinche Isaías!
--Yo sé que ya-valió-madre. Con Ana. Ahora sí ya-valió-madre.Ya no lo escucho al cabron. Vuelvo a pensar en es frase que ronda como una abeja dandome vueltas en la cabeza: “La arquitectura es la crónica física de nuestras aspiraciones humanas” ¿Tendra eso algo que ver con mi vida? ¿cual es el sentido de vivir en una ciudad tan chamagosa como guadalajara?

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