Tomábamos absyn

Tomábamos absyn sin resistirnos, y nos entregamos al placer de acariciarnos los bordes de un beso, hundidos en el hastío y en el humo de los cigarros.
Qué pendejo resulta que yo me riera de todo. No quise ver tus lágrimas cómo una señal. Alguna parte podrida de la noche, casi perfecta.

Se dice que hay cosas que no te las da la vida, te las da un poema. Yo creo que la página es de la vida en que estoy sentado, frente a ti, en la mesa, en el bullicio. Hay cosas que meto sin que intervenga un sistema, memorizando frases, grabando imágenes en mi cabeza. Asesinar al “yo” y dejar de escuchar su voz que a todos tiene pendejos. Mirar a través de tus ojos, más allá del sorbo humeante del café. 15 minutos de alta conciencia entre dos cigarros, la página en donde tú te llevas todo el deseo con la piel de tus piernas vestida de nylon color madera. La página de la mente en wide screen que ya no comparto con nadie. Soy pudoroso, es demasiado personal. Hay cosas que se quedan en la memoria, que terminan convertidas en una avenida para pasear. Ya sabes, hay tragos de bar que es posible añorar, cuando sentimos que pocos centímetros separan lo imaginado de lo real. Qué se le va a hacer. Estar consiente no es para pendejos. Y eso del amor, pues nada, que se acaba.