la cueva eléctrica: 16/09/07 - 23/09/07

la cueva eléctrica

Llegaste? Escucha la trama salvaje y civilizada de nuestra ciudad-teclado. La cueva eléctrica...

martes, septiembre 18, 2007

MAMA ES UN HOMBRE LOBO

MAMA ES UN HOMBRE LOBO

Mamá es un hombre lobo le digo y responde mujer lobo o loba repito mamá es un hombre lobo y vuelta a lo mismo mujer loba profe necio de yo-grande-tú-pequeño yo-fuerte-tú débil yo-listo-tu tonto que todos los grandes se creen yo creo que es grande mamada en lo oscuro mamá dice a papá quererlo comer están luchando sin ropa les veo los pelos ellos me pegan si juego caca ya no he jugado igual me pegan los sueño lloro y me pegan son grandes un día soy grande y me como al perro a miki lo vi encuerado miki pobre pendejo no sabe hablar se mea su caca verde pobre el abue es listo-listo guarda tus dientes en agua abue mereces un premio eres grande

HUNDIR EL HACHA Ó “NO LUCES BIEN, MI AMOR” / CUENTO PARA VIDENTES Y FOTÓGRAFOS FRUSTRADOS

HUNDIR EL HACHA Ó “NO LUCES BIEN, MI AMOR” / CUENTO PARA VIDENTES Y FOTÓGRAFOS FRUSTRADOS

Se conocieron una noche de gala durante la bienal de fotos. Miguel se abría paso entre la gente, y caminaba solo por los pasillos, con aire de conocedor, mirando desde todos los ángulos posibles las fotos. Con su saco de corte italiano, de finas rayas verticales y cuello corto, enfundado en sus pantalones de mezclilla azul oscura, y sus valencianas exageradamente dobladas hacia arriba, pasaba perfectamente desapercibido en la multitud. Todos los artistas usaban bajo la chaqueta de firma, playeras baratas y doblados al pecho o colocados como diademas unos lentes con espejuelos color ambar, en el más puro estilo retro, y él, claro, no era la excepción. Completaba su ajuar la cadenilla colgando del bolsillo trasero y unos tenis de tela teñidos con colores y diseños contemporáneos.
Mona que estaba con sus amigas de la universidad, lo vio cruzar el salón y entonces se separó del grupo, plantándose a su lado. Miguel parecía estudiar las piezas. En realidad estaba lleno de envidia y en cuanto sintió a Mona a su lado pensó que tal vez ella podía ser cómplice de su odio, así que sin presentarse inició la plática:
--Te gustan?
--La fotografía se está haciendo demasiado intelectual, no crees?
--Intelectual? Vamos! Un refrigerador con las repisas llenas de ositos de goma?
--Fui a Europa. Ahora están muy metidos con eso del arte del “moco en la pared”.
--Claro! Mira las paredes. Todo resulta desagradablemente mediocre.
--Quieres decir que existen maneras mediocres “no desagradables”?
Miguel desvió la mirada de las imágenes y por primera vez fijó su atención en Mona.
Corte de cabello asimétrico, azul ultramarino. Collar y pulseras de perlas de Tiffany y vestido oscuro con bolitas blancas. No era la chica del Gran Gatsby, pero se defendía. Le sorprendió su buena figura, sus facciones perfectamente nítidas y el tono tan amable, tan claro de su voz.
Miguel extrajo su tarjetero de una mochila cruzada a su espalda, concentrado en su acción. Mona lo encontró atractivo.
--Si quieres ver cosas “diferentes”, ven a mi taller. Te mostraré algo en verdad interesante.
--Acaso eres fotógrafo?
Miguel le entregó a Mona una tarjeta.
--Claro que no! Soy “artista visual”.
--Miguel? Encantada, de veras! Mis amigos me dicen Mona. Te llamo entonces?
Mona giró la cabeza y él pudo admirar su perfil, el movimiento de su cabello, todo encuadrado por la deliciosa cámara lenta de su deseo, iluminado por luces cenitales de aditivos metálicos. En una fracción de segundo, Miguel hizo un guiñó, imaginó un close-up al fino cuello, y su sangre se heló, pudo verlo, ahí, en tonos azules, mientras la cabeza de Mona giraba, pudo verlo justo bajo su cabello, cargado al lado izquierdo en su nuca.
Mona se alejó perdiéndose entre la gente. Miguel quiso ir tras ella, olvidarse de la estúpida reunión, de los canapés, de los vinos chilenos y de las frases hirientes que sus conocidos invariablemente le lanzaban acerca de cuando mostraría sus famosos trabajos.
Quiso ir tras de ella, tomarla del brazo y alejarla del museo y sus frivolidades. Llevarla tal vez bajo la noche, entre los tilos, hablar con ella de sus visiones, de sus ideas acerca del psiquismo artístico que a veces linda con la locura, y de cómo algunos poetas videntes han hecho piezas maestras siguiendo el dictado de esas “voces”, voces tan parecidas a las que impulsan al asesino a jalar del gatillo, a hundir el hacha. Tan parecidas pero a la vez tan diferentes. Era Ella, Mona. Lo tenía, pudo verlo.
Pasó el verano y el otoño sin saber nada de ella. Los árboles se desnudaban de sus últimas hojas antes de quedarse en los puros huesos. Recordó la anécdota en la que Leonardo da Vinci explicó que la única manera de pintar el follaje de un árbol, es a contraluz. Hablaba desde luego de los cipreses. Mientras recordaba este pasaje, y sin ningún asomo de melancolía, Miguel contemplaba desde una banca las formas cadavéricas de un árbol marchito plantado frente a su estudio. Las formas del árbol se correspondían con la geometría que la luz trazaba al llegar a las losas de cemento. El efecto de la luz a esa hora de la tarde, las sombras de terciopelo azul, el pavimento cubierto por los diminutos esqueletos de las hojas, en fin, todo, parecía estar animado de vitalidad y de tensión. Inesperadamente alguien le tocó al hombro, por la espalda.
--Miguel?
--Mona! Nunca me llamaste! Por qué?
De nuevo se encontraba frente a ella. Mona tomó asiento y con mucha calma y en el habitual tono amable en su voz, contó a Miguel que muchas veces lo había visto a través de la ventana de su taller, y que esperaba la oportunidad de hablar con él sin tener que interrumpir su trabajo. A pesar de ir en tenis y traje deportivo, mantenía el aire elegante que Miguel recordaba.
-- Mona… La vez que te conocí…
--Si?
--Quería mostrarte mi trabajo…
--Aún me gustaría verlo.
--Ocurrió algo. Ya no deseo mostrarlo.
--Explícate.
--Mira, no creo que sea buena idea. Lo que yo hago se relaciona a cosas que la gente ve, pero no quiere reconocer.
--Cosas… buenas?
--Buenas, unas veces. Casi siempre, malas.
--Y cuál es tu idea?
Miguel miró a Mona. Inconscientemente torció su boca. Una mueca dolorosa. Una voz en su cabeza: Mona, acaso no lo entiendes mi amor?
--No se trata de arte conceptual. Conoces las cámaras HOLAGA?
--No.
--Son cámaras completamente hechas de plástico, cuerpo, botones y perillas, incluso la lente misma, todo es de plástico. Cada cámara HOLGA es única, y sus resultados son sorpresivos. Precisamente por ser baratas se hicieron mundialmente populares.
--Compraste una, no es así?
--Llegó un paquete a mi taller, sin remitente, con un número de cuenta para hacer el pago. No me interesó y no podía devolver el paquete, así que lo guardé en la bodega por dos meses.
Comencé a tener sueños, sabes? A ver “cosas”.
--Pesadillas o sentimientos de culpa por “robar” la cámara?
--Nunca sentí que la había robado. Más bien la cámara me trasmitía su deseo de ser usada. Al sacarla de la bodega los sueños disminuyeron.
--Un objeto te trasmite sus deseos, y luego tu dejas de “ver cosas”. Así fué?
--Dejé de soñarlas. Ahora las veía todo el tiempo estando despierto, y por ello me atreví a sacar la cámara de su caja. Pensé que al hacerlo dejaría de ver “eso”. Al sacar la cámara me di cuenta de que se trataba de una baratija, nada fuera de lo común, tal como aparecía en la ilustración del empaque. La dejé sobre mi mesa una semana, y pude notar que las visiones me venían solamente si me encontraba cerca de ella. Después me enteré por el periódico de algo que llamó mi atención. Asistí a una exposición itinerante de un tipo de Canadá, con fotografías tomadas exclusivamente con una de estas cámaras. Una de sus frases era algo así como “No pienses. Sólo dispara”, y sentí que de alguna manera la habían escrito para mi. Todo esto fue meses antes de conocerte.
--Qué viste en la exposición?
--No lo sé exactamente. Fue como si algunas cosas ya las hubiese visto o soñado antes.
--Qué pasó después?
--Yo seguía mirando en las sombras, pero no me atrevía a usar la cámara.
--Mirando en las sombras?
--Así es cómo le digo. Cosas que no me gusta hablar de ellas… Compré una película 120 y comencé a experimentar con mi cámara. He gastado en ello muchos metros de película. Yo no sabía exactamente a que le hacia disparos, creo que buscaba grietas, rincones, cosas rotas y abandonadas, zonas oscuras. Yo mismo revelo la película e imprimo en 6x6. Con la primera serie me di cuenta, sin entenderlo. Ahora podía verlo, ahí, en las fotos. Lo veía de nuevo, pero ahora impreso en papel, y el sentimiento desapareció. Al menos así lo creí. Hasta la noche en que te vi en el museo…Te dije que cada cámara es única? Al no ser perfectas, dejan una marca única en cada foto. Algunas dejan un halo, un haz de luz…
--Zonas veladas o borrosas debido a aberraciones en el lente de la cámara?
--Exacto. Es como la huella dactilar que deja un asesino, o como la huella que imprime el cañón de un arma en la bala que ha disparado. Todo en el mundo deja su huella Mona, todo deja un rastro, una sombra.
--Sombra? A qué te refieres?
--Es lo que veo, Mona. Una sombra…
--Vamos, una sombra? Oye, eso describe muy bien la materia prima de más de una de las artes visuales y espaciales. El arquitecto Louis Khan describió a la arquitectura como el hecho físico que implica “sombras azules sobre muros blancos.”
--“Sombras azules sobre muros blancos”? Mona, esto es otra cosa, te hablo de “la Sombra”.
--Has oído la frase de “El juego sabio de los volúmenes bajo la luz”?
--Sí, del arquitecto Janneret
--Todos hablan de luz y sombra!
--Mona. Lo he visto. Aquella noche en el museo, lo vi en ti. En tu cuello. Desde entonces quería verte. Ponerte sobre aviso.
--Sobre aviso, de qué?
--Mona he visto cosas que no quiero.
--Usaste bien la cámara? Has hecho, no sé, algo que no se deba?
-- No. Sabes? Antes de usar la cámara es necesario aislar con cinta negra algunas entradas de luz, dos orificios circulares en la parte superior, dos orificios verticales en los laterales de la cámara cuando se elimina la mascarilla de 6 x 4.5. Poner cinta en la ventana roja de la tapa posterior y cuando se avanza la película hay que levantar la cinta para poder observar la exposición en película 120. Cuando se usa película de 35 mm se debe tapar esta ventana por dentro y por fuera y controlar el avance de la película contando los giros de la perilla de avance, normalmente 4 giros. Entiendes lo que digo?
--Esta bien, conoces la cámara. Qué hiciste con tus fotografías?
--Las destruí. La cámara la arrojé al fuego.
--Destruiste tu cámara y todas tus fotos?
-- Todas, excepto una. La guardo siempre conmigo, en mi chaqueta.
--Puedo verla?
--No te gustaría. Se trata de ti.
--Dime, qué hacías aquí sentado?
--Solamente miraba este árbol.
--La foto que guardas, dices que soy yo?
--Es lo que creo.
--Miguel, tú nunca me has tomado una foto. Es la segunda vez que te veo!
--En efecto. No recuerdo haberla tomado. Apareció ayer entre mis papeles, sobre mi mesa. Reconozco que esta foto tiene la misma marca que dejaba mi cámara.
--Por favor, Miguel, dímelo. Qué es lo que muestra esa foto?
--Créeme, no te gustará.
Miguel completamente estático, sujetando sus hombros escudriñó los ojos de Mona, sus lindas facciones, como queriendo dibujarla, y ella sintió en el espinazo la emoción que se conoce con el nombre de miedo.
--Es mi rostro Miguel? Qué es lo que le pasa a mi rostro?
Miguel se levantó de la banca. Apretó en su puño, dentro del bolsillo de la chaqueta, la última foto de su cámara HOLGA, arrugándola por completo. Al hacerlo, la orilla de la foto le cortó como una navaja. Unas gotitas de sangre que no pudieron ver, embarraron todo el primer plano de la imagen. Miguel sorprendido dio un paso atrás, evitando pisar las hojas secas, y con una voz que le salía a pedazos, le dijo:
--He dejado de ver en las sombras, Mona. Todo terminará en tres días.
Y caminando hacia atrás como un loco enamorado que se despide de su novia, se alejó por la plaza, más allá de la copa del árbol marchito, con la cara girada para no dejar de ver un solo momento su rostro. Mona abrió la boca enormemente y quiso gritar. El maquillaje se corrió en su cara y haciendo juego con su mueca de horror, su bilé comenzó a lucir difuminado, fuera de foco.

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